Buena parte de las investigaciones sobre fauna marina se basan en sistemas de seguimiento por satélite. Los científicos capturan al animal (ya sea un delfín, un tiburón o una tortuga) y le colocan un pequeño dispositivo que les permite seguir sus movimientos gracias al sistema de GPS. Este método ha proporcionado grandes ventajas y un mejor conocimiento de muchas especies, lo que ha ayudado a conservarlas y protegerlas, pero ¿tiene algún coste para el animal?
Un equipo de científicos canadienses y de EEUU acaba de publicar un trabajo en el que analizan los costes energéticos que tienen para las tortugas este tipo de dispositivos. Y las conclusiones indican que pueden generar suficiente arrastre como para alterar y dificultar su comportamiento en la naturaleza.
Para el estudio, el grupo de Todd Jones fabricó una serie de caparazones de tortuga en fibra de vidrio y las introdujo en un túnel de viento. El análisis indicó que el dispositivo comercial de seguimiento más usado añadía una resistencia de un 5% a una tortuga adulta, pero podía alcanzar la cifra del 100% en ejemplares juveniles de menor tamaño.
"Muchos animales marinos realizan migraciones de un año entero cruzando el océano para criar, mientras que otras dependen de su velocidad y aceleración para atrapar presas o escapar de sus depredadores", asegura Jones desde la Universidad de British Columbia. "Si los costes de llevar este dispositivo interfieren en el comportamiento natural", añade, "puede que estos animales pierdan su oportunidad en las temporadas de cría o alimentación y sean incapaces de atrapar suficiente comida, o incluso terminen siendo la merienda de otro animal".
El estudio, publicado en la revista Methods in Ecology and Evolution, no se queda solo en las tortugas. A partir de los datos obtenidos, los científicos han elaborado una fórmula universal que permite a otros investigadores calcular la cantidad de arrastre que genera un dispositivo en otras muchas especies, desde peces a tortugas o mamíferos marinos. La idea que intentan transmitir es, además, que este inconveniente no solo dificulta la vida de los animales en su entorno natural, sino quealtera de alguna forma el estudio de los propios científicos. "Un arrastre excesivo", apunta Jones, "puede impedir la recogida de datos de investigación en la naturaleza.