Allí donde hay adultos con tuberculosis, también hay niños infectados. A pesar de esta obviedad, los expertos aseguran que la población infantil ha sido históricamente excluida de los programas de control y tratamiento de una enfermedad que ataca sobre todo a los países pobres y se lleva la vida de 1,3 millones de personas en el mundo. Un error que en la última década se está intentando subsanar. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada 10 casos de tuberculosis se encuentra en este grupo de edad y aún más: cada día mueren 200 menores de 15 años por no haber sido diagnosticados ni tratados.
Por si fuera poco, parece ser que estas cifras se quedan cortas. Una nueva investigación calcula que "alrededor de un millón de niños sufren tuberculosis, dos veces más de lo que la OMS señalaba en 2011 y el triple de los diagnósticos que se suelen hacer cada año", explica Ted Cohen, uno de los autores del estudio, que acaba de ser publicado en la revista The Lancet. De todos ellos, 32.000 son tuberculosis resistentes. Hasta ahora, subraya, "no había estimaciones sobre este tipo de tuberculosis".
El problema, argumentan los expertos, es que en los niños es particularmente difícil diagnosticar. El aislamiento de Mycobacterium tuberculosis en cultivos es menor en niños que en adultos y, en ocasiones, debemos realizar un diagnóstico de sospecha sin conseguir confirmación microbiológica. "Es necesario hacer esfuerzos por mejorar los sistemas de detección para la supervivencia de los niños", argumenta Cohen. Pero además, "la tuberculosis infantil está considerada un evento centinela dentro de una comunidad", es decir, "nos puede ayudar a entender más sobre la transmisión y, por lo tanto, ofrece nuevas oportunidades para la prevención".
Dadas las nuevas cifras de impacto, "urge ampliar la inversión destinada a la respuesta global a la tuberculosis en los más pequeños", concluye el especialista, del departamento de epidemiología de Salud Pública de Harvard School. Un buen comienzo, apunta, "sería mejorar los métodos de diagnóstico".
Como decía la campaña del Día Internacional de Tuberculosis de 2012, "estudios recientes han mostrado que a muchos niños con tuberculosis nunca se les ha hecho un diagnóstico", debido a que "el mundo carece de una prueba que permita diagnosticar con precisión la tuberculosis infantil".
Los médicos insisten en que en esta población, la enfermedad puede tener efectos devastadores a largo plazo. Aunque un niño se cure puede quedar sordo, ciego o paralítico como resultado de las meningitis tuberculosas. Y, sobre todo, las muertes son innecesarias, ya que se trata de una enfermedad prevenible y curable. Sin embargo, según un informe de la OMS de 2013, en 2012 unos 530.000 niños enfermaron de tuberculosis y 74.000 de ellos murieron.
Las diferencias entre las cifras oficiales y las estimadas por Harvard Medical School se deben a varias razones, tal y como argumenta otro artículo publicado también en la revista The Lancet (con motivo del Día Internacional de la Tuberculosis). Por ejemplo, "muchas de las muertes que se adjudican a neumonía y malnutrición podrían estar causadas por una tuberculosis que no ha sido diagnosticada", expone Stephen Graham, uno de los expertos que firma el documento. Un análisis realizado en cinco países africanos identificó, tras las autopsias, que de las 811 muertes registradas por enfermedad respiratoria, el 10% realmente fue por tuberculosis.
Otro trabajo realizado en África "apuntaba 159.000 muertes por sida en menores de cinco años, pero ¿qué proporción podría haberse debido a una tuberculosis no detectada?", se pregunta Graham. De hecho, reflexiona, incluso "estas nuevas cifras podrían quedarse cortas también con la realidad". Para comprobarlo, habría que apostar por realizar mejores estimaciones.
En definitiva, es importante invertir para mejorar los cálculos, los métodos de detección, el desarrollo de mejores medicamentos para los niños y la integración de tratamiento de la tuberculosis en los programas de salud materno-infantil existentes. Aunque al final la prometedora vacuna que se estaba desarrollando se ha mostrado ineficaz para los pacientes, los expertos insisten en que la puerta hacia la inmunización sigue abierta.
A diferencia de los adultos, "la eficacia de los tratamientos para la tuberculosis resistente en niños son excelentes, con tasas de curación que superan el 80%", remarca Ben Marais, otro de los autores de los trabajos publicados en The Lancet.
Fuente http://www.elmundo.es/