Investigadores descubren cómo unos roedores del desierto de Arizona son invulnerables a la picadura mortal de uno de los más peligrosos escorpiones del mundo. Para ellos, el alacrán es solo una suculenta cena
El escorpión de corteza de Arizona(Centruroides), un habitante de los desiertos del suroeste de los Estados Unidos, es uno de los más peligrosos del mundo, conocido por causar una de las picaduras más dolorosas del reino animal. Su veneno es tan potente que puede acabar con la vida de un ser humano. Sin embargo, nada de esto parece importar a los ratones saltamontes(Onychomys torridus), que encuentran en ellos una deliciosa cena sin que el picotazo de su aguijón parezca molestarles lo más mínimo. Estos roedores han desarrollado una resistencia única al veneno del alacrán. La cuestión es, ¿cómo lo hacen?
Esta evolución hacia la reducción del dolor ocurre en muy pocas ocasiones en la naturaleza, porque el dolor, aunque desagradable, juega un papel esencial para advertir a un organismo del daño tisular. Sin embargo, un equipo investigador dirigido por Ashlee Rowe, de la Universidad de Texas en Austin, ha descubierto que la toxina del escorpión de corteza actúa como un anestésico en esta especia de ratones. Según explican en la revista Science, el veneno inhibe la activación de las neuronas sensoriales de estos animales, pese a que están fuertemente activadas en ratones domésticos.
En una serie de experimentos para explorar cómo la toxina del escorpión podría inhibir el dolor, los investigadores encontraron que influye en dos receptores del dolor bien conocidos en los mamíferos, los canales del sodio dependientes de voltaje NaV1.7 y NaV1.8. El veneno del escorpión activa uno de estos canales, el NaV1.7, en los ratones comunes, pero no en los ratones saltamontes. Además, el canal NaV1.8 en los ratones saltamontes tiene variantes de aminoácidos que se unen a las toxinas del escorpión e inhiben los canales del sodio cercanos, incluido el NaV1.7. De hecho, el veneno del escorpión bloquea temporalmente otras señales de dolor en los ratones saltamontes, un mecanismo de defensa que los investigadores comparan con el de larata topo desnuda, que ha evolucionado de una forma extraordinaria para resistir niveles de dióxido de carbono que parecen imposibles.
El hallazgo podría servir en el futuro para conocer mejor los mecanismos del dolor en los seres humanos y crear analgésicos más efectivos.