El grupo de Microbiología Genómica de la UBU se centra en el estudio de las resistencias antibióticas / En verano describía la presencia en Europa del gen mcr3 resistente a la colistina en animales
Desde la antigüedad el ser humano ha utilizado compuestos orgánicos para el tratamiento de enfermedades infecciosas, como el extracto de algunas plantas y hongos de algunos quesos. Ya en el siglo XX, el descubrimiento de la penicilina supuso importantes avances en la medicina, la salud y la calidad de vida de las personas. A partir de ese momento, comenzaron a desarrollarse diversos tipos de antibióticos, con los que se logró tratar toda clase de infecciones, lo que supuso un gran descenso de la tasa de mortalidad.
Sin embargo, la resistencia a los antibióticos es hoy una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo. La resistencia a los antibióticos se produce cuando las bacterias mutan en respuesta al uso de estos fármacos y es que son las bacterias, y no los seres humanos ni los animales, las que se vuelven resistentes a los antibióticos
«Uno de los mayores descubrimientos de este siglo en biomedicina han sido los antibióticos, pero la aparición de las resistencias a algunos antibióticos está suponiendo uno de los mayores problemas», explica David Rodríguez, profesor y director del área de microbiología en la Facultad de Ciencias de la UBU.
Actualmente «25.000 personas fallecen por infecciones asociadas a resistencias a antibióticos en Europa, 700.000 a nivel mundial» y «se estima que antes del 2050 serán más de 10 millones en el mundo», comenta el experto, quien hace hincapié en la gravedad del problema recordando que las actuales cifras de mortalidad en las tres enfermedades que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como «estratégicas»- malaria, sida y tuberculosis- «están dejando cifras que se mueven entre un millón y un millón y medio de fallecidos al año».
En este sentido, Rodríguez recuerda que la organización ya ha advertido que este problema de resistencias «podría llevarnos a una era 'postantibiótica', lo que supondría volver a la era 'preantibiótica', es decir, dejar la cura de ciertas enfermedades en manos de la suerte».
A día de hoy y «especialmente en el ambiente hospitalario» existen «diversas bacterias que son clasificadas como 'multiresistentes'- que tienen resistencia a más de dos familias de antibióticos-; 'extremadamente resistentes'- resisten a todas las familias de antibióticos, excepto a dos- y 'panresistentes', que lo son a todas las familias antibióticas», explica el profesor.
La resistencia de las bacterias «es un proceso evolutivo y no debemos olvidar que desde el descubrimiento de la penicilina hasta hoy, el uso de los antibióticos ha sido masivo con lo cual la aparición de resistencias también se ha ido fortaleciendo». Y es que las bacterias, además de ser capaces de transmitir la resistencia de 'bacteria madre' a 'bacteria hijo' «son capaces de hacerlo también de 'manera transversal', es decir, a sus vecinos.». Esa transmisión se produce «gracias a un fragmento de ADN denominado plásmido».
La resistencia a los antibióticos aparece por dos motivos principales. Por el lado humano, «debido al mal uso de los antibióticos y es que, muchas veces en cuanto se nos pasan los síntomas dejamos el tratamiento sin cumplir con los días recomendados o simplemente tomamos antibióticos caducados, por ejemplo».
Por el lado animal, «hasta hace muy poco no se había implantado la receta electrónica por lo que cualquier ganadero podría ir a una comercial y comprar los antibióticos sin prescripción y sin un criterio facultativo», comenta. Además, «los antibióticos producen un desajuste intestinal que, en el caso de los animales, permite que dándoles la misma comida engorden más por eso los antibióticos se han usado durante mucho tiempo como promotores del crecimiento». Esta práctica está prohibida en Europa «desde principios de siglo pero no en otro países como China». En países como el nuestro, asociado a la producción intensiva y a las política de precios «se hacen los llamados tratamientos metaterapéuticos, es decir, tratar un proceso infeccioso, que sabemos que va a ocurrir, antes de que ocurra». Es el caso del momento del destete de los cerdos, «se les administra antibiótico porque en ese momento se estresan y sufren la llamada diarrea postdestete y para evitar una ruina económica se pone el antibiótico».
Colistina
Precisamente una de las principales líneas de trabajo del grupo de Microbiología Genómica que dirige Rodríguez es analizar la ecología de la resistencia a antibióticos de la cadena alimentaria, con una perspectiva 'One Health', es decir, no solo de la granja a la mesa sino desde la granja al hospital porque «colaboramos con la producción primaria de la cadena alimentaria y con los hospitales- especialmente con el Río Hortega de Valladolid».
Ahora el grupo de investigación se centra en el estudio de la ecología de resistencia a la colistina, un antibiótico de los denominados 'de último recurso', es decir, de los que se administran «cuando ya no funciona ningún otro antibiótico, para evitar el fallecimiento». Este antibiótico, «muy usado en el mundo animal», produce un efecto nefrotóxico en humanos por lo que «se descartó su uso en este ámbito hasta que hace unos años, cuando vimos que nuestro arsenal de antibióticos se agotaba porque cada vez aparecen más resistencias y las farmacéuticas no desarrollan nuevos antibióticos ya que no les es rentable, de ahí que se utilice como 'último recurso'».
Precisamente hace dos años, aparecía en China un gen resistente a la colistina asociado a un plásmido, el mcr1. Desde ese momento, «se ha descrito en todo el mundo- incluido España- tanto en animales como en humanos», explica el profesor. Ya el verano pasado «se describía el mcr2 en Bélgica, este verano se describió el mcr3 en China y nuestro grupo de investigación lo encontraba en España en animales y compañeros de Dinamarca en humanos». El pasado septiembre «volvía a describirse un nuevo gen resistente a la colistina, el mcr5», que «al estar mediado por un plásmido se puede transferir muy fácilmente a otras bacterias».
Estas apariciones, suponen la existencia de muchas resistencias a antibióticos como la colistina lo que es, sin duda, «un problema muy grave». A raíz de estas apariciones, la Agencia Española del Medicamento y el ministerio de Sanidad «han mostrado una gran preocupación porque España es el país Europeo que más antibióticos consume, más del doble que el segundo de la lista» y es que «tenemos la primera población de cerdo del continente y la segunda de ovino y vacuno, somos un país ganadero». Por ello y para evitar males mayores, «este último año se ha decidido reducir el consumo de colistina y de antibióticos a nivel general en producción primaria».
El grupo se centra ahora en nuevos retos con la investigación de otro gran grupo de antibióticos, los carbapenemos. «Nos centraremos en el estudios de sus genes- los carabapenemasas- y es que, cuando fallan las penicilinas se suelen usar estos antibióticos». Además, en colaboración con el hospital vallisoletano, el grupo trabajará en mejorar la vigilancia y el diagnóstico genético en centros sanitarios. «Nuestra idea es tratar de minimizar el tiempo de diagnóstico usando herramientas genómicas».
En cuanto a la vigilancia en el ámbito hospitalario, «queremos que sea de carácter rutinario y no asociada a brotes de bacterianos, es decir, cuando aparecen varios pacientes con la misma bacteria» y es que «muchas bacterias son capaces de sobrevivir en el ambiente y crear problemas, por ejemplo, en una UCI». Sin duda, «queda mucho trabajo por hacer».